La cosa va así:
He tenido muchísimos blogs a lo largo de mi vida. Algunos compartidos, la mayoría en solitario, ninguno lo ha leído ni el Tato. Actualmente soy co-autora del probablemente mejor blog que puede encontrarse sobre la cantera del Real Madrid, intento mantener un fotolog que normalmente alcanza picos de tres visitas por post (una es la de mi madre, a la que aprovecho para mandar un saludo. ¡Te quiero, mamá!), y escribo en un tuiter (alias @naru) donde tras casi siete años (dentro de 7 días los cumplo según Tuitutil, que nunca pensé que fuera a ser útil para algo) tuiteando he alcanzado la barbaridad de setecientos y pico followers, pico que es variable según el día -hoy digo que Lass Diarrá es el mejor mediocentro del mundo y gano diez de una tacada, y mañana digo que el Granada va a meter muchos goles y obviamente los pierdo; o sea, lo normal-. De vez en cuando digo algo que hace gracia y me lo retuitea mucha gente (creo que no he llegado ni a cien retuits) pero vamos, para que ustedes se entiendan, normalmente nadie me hace mucho caso y veo normal que así sea porque no digo nada interesante o que otros no hayan dicho ya. Honestidad ante todo.
Hace tres años me llamaron por primera vez para cubrir una sustitución en un instituto (hablo aquí de la experiencia) y lógicamente a todos mis amigos les despertó la curiosidad y quisieron saber cómo lo llevaba, si algún alumno me había mordido y ese tipo de preguntas que todo el mundo suele hacerte cuando eres docente. Alguien se inventó el término «profeaventuras» para las batallitas que iba contando, y como era un poco cansino andar siempre repitiendo las cosas por distintas redes sociales, me abrí un blog. Un blog que no es éste, aunque los artículos son (casi) los mismos. Un blog donde contaba mis cosas del día a día, mis experiencias de profe novata y esos secretos que nadie se atreve a preguntar, como si es verdad que se hacen sacrificios rituales en la sala de profesores -debo de decir que yo en la sala de profesores he visto y escuchado cosas que nadie creería, pero si las contara os tendría que matar, así que no hablaremos de ello. Hoy-.
Entre la Junta de Andalucía y el gobierno central, ambos igualmente queridos por mi persona, nos mandaron a casi 5.000 interinos a la calle, por lo que se me acabaron las anécdotas y las profeaventuras diarias. Decidí darle un ligero cambio al blog, ejemplificado en una mudanza de blogger a wordpress, con un nuevo diseño muy majete y un tono bastante más general. Tuve que limar alguna de las entradas anteriores, alguna directamente la borré -la de los sacrificios rituales- comenté alguna serie, alguna chorrada y ahora me ha dado por hablar de Historia porque para eso es mi blog y hablo en él de lo que quiero -mientras no sea delito-.
Normalmente me leen cuatro gatos muy contados. De mis setecientos y pico followers, normalmente me retuitean o enlazan el artículo de entre dos a cinco, la mayoría sólo porque me quieren mucho, como mi amiga @ElaBlackriver, co-autora del que probablemente sea el mejor blog sobre la cantera del Real Madrid. A veces he tenido algún pico de lectores importante, como con este artículo que escribí en un momento de cabreo tras el informe PISA de las narices, que fue bastante RT. Adjunto una captura de pantalla con el histórico de posts con más visitas para que veáis el nivel (no cuento la entrada de Spartacus porque doy por hecho que más de uno habrá caído en ella por error, al ser una serie conocida y tal).
Como veis aquella entrada no llegó a las 200 visitas y ya entonces me pareció un locurón. Cuando hablo de Historia no me leen ni 100 personas, lo que veo muy normal porque la brevedad, como ya habéis comprobado, no forma parte de mis virtudes.
A lo que iba.
Como podéis comprobar si hacéis scroll y tiráis p’abajo, últimamente estaba enfangada en un tema que me apasiona, la leyenda negra. No es que espere cambiar el mundo, pero al menos tener algo que enlazar cuando el próximo 12 de octubre vuelva a leer tonterías. Cuando escribo un artículo de historia lo hago a conciencia, y cuando digo a conciencia quiero decir con al menos tres libros de consulta sobre la mesa. Lo reviso unas diez mil veces antes de publicarlo, con el objetivo de que ninguna frase pueda malinterpretarse. Y obviamente de vez en cuando se me cuela algún gazapo. Porque oigan, nadie es perfecto. No, ni siquiera los licenciados en Historia (estamos ahí ahí pero no).
Esta semana me habría tocado investigar sobre Colón y el pecado original que aparentemente arrastramos los españoles desde hace 500 años, pero dio la casualidad de que llevo más de una puñetera semana sin apenas moverme de la cama por problemas de espalda y ayer que pude sentarme a escribir me apetecía hablar de otra cosa. De una cosa que llevo un tiempo comentando con mis amigas por determinadas circunstancias desagradables que nos han ocurrido de una forma más o menos reciente y que nos han hecho pensar que el machismo ha avanzado. Lo enlacé con situaciones que había vivido en clase y ya tenía un post. No lo revisé mucho (dos o tres veces, lo mínimo en mí) porque era una opinión. De hecho el quid del post es el relato de cómo he vivido unos 10 años equivocada. O sea: no puedo pretender llevar menos la razón. No puedo arrepentirme más de cómo yo pensaba que la discriminación iría quedando atrás con el paso natural de las generaciones. Y lo digo. Varias veces.
Le di al botón de publicar pensando que me leerían los cuatro gatos y medio de siempre.
En ese momento mi amiga @dagasutil, que también me quiere mucho y está al quite de todo, y por cierto también es co-autora del que probablemente sea el mejor blog sobre la cantera del Real Madrid existente, me advirtió de que estaba confundiendo feminismo con hembrismo. Yo le contesté que el concepto de hembrismo lo conocí hace dos días (fui a buscar si estaba en el DRAE pero en ese momento justo estaba caído el servidor del Diccionario) que obviamente tengo muy claro lo que es el feminismo desde el punto de vista histórico y que no era la intención dar a entender que feminismo buscara la superioridad. Ahí consideré aclarado el tema y no creí necesario revisar la entrada porque no pensaba que fuera a leerla nadie más. Después @dagasutil y yo estuvimos debatiendo con el que considero una de las mejores personas que puede encontrar uno en tuiter, @ivanof_ivan, autor del que probablemente sea el mejor blog sobre historia y cantera del Real Madrid, sobre el de avance o no del machismo y si a veces los medios de comunicación hablan muy parcialmente de este tema y si algunos hombres, como a él le ha pasado, se ven injustamente tildados de machistas (en su caso por cederle el asiento a una mujer).
Tras esto, me tomé mi dosis de analgésicos, que falta me hacían, y me fui a dormir.
Esta mañana al levantarme he visto que alguien más había compartido el post. Tenía dos comentarios en tuiter que me han llamado la atención: uno diciendo que había un párrafo que sobraba y otro diciendo que había quedado muy «womensplaining», cosa que admito que he tenido que preguntar lo que significaba. Yo he contestado diciendo que es mi opinión en mi blog y que no considero que ninguna opinión sobre, a lo que, tras insistirme que sí, he dado por zanjado el tema porque a mí nadie me dice lo que tengo que escribir en mi espacio web personal. Todo esto, en medio de la calle y sin tener la más remota idea de cuántas personas habían visitado o no el post.
Al llegar a casa, poder encender el ordenador y entrar por casualidad al panel de wordpress me he encontrado con decenas de comentarios y he empezado a adivinar por dónde iban los tiros cuando alguien ha mencionado la palabra «menéame». Conozco el efecto menéame pero nunca había imaginado que acabaría siendo víctima de él. Aunque la mayoría de comentarios eran, tengo que decirlo, bastante respetuosos, casi todos me acusaban de no tener claro lo que era el feminismo. Después de hacer un sondeo en tuiter varias personas me han señalado dónde estaba el error. En esta frase:
Nunca he sido feminista. Nunca he creído que los hombres deban ser menos que nosotras.
Vale.
Más de dos mil palabras de post y UNA FRASE, UNA, arma la de Dios.
Analicemos la frase:
Nunca he sido feminista PUNTO Nunca he creído que los hombres deban ser menos que nosotras PUNTO. No estaban relacionadas. No pretendía dar a entender que el feminismo equivalga a luchar por la superioridad de la mujer. Quizá debía haber expresado mejor ese párrafo, no lo pongo en duda, pero vuelvo a explicar que no pensaba que nadie que no me conociera fuera a leerlo.
El caso es que, entre más de 2000 palabras, UNA FRASE podía ser interpretada en un sentido o en otro. Y pese al que EL RESTO DEL POST demostraba claramente que tengo de machista lo mismo que de socia culé, al menos una veintena de comentaristas decidieron interpretarlo de la peor forma e indignarse.
Y lo más curioso es que todo ese párrafo lo escribí para ahorrarme los más que previsibles calificativos de «feminazi», etc, que suelen asaltarme en tuiter cuando menciono el tema. O como ha resumido muy acertadamente un comentarista que firma como David:
Has querido librarte de avinagradas acusaciones masculinas de feminazi,y por tu correcto uso de las comas has acabado con un ejército de feministas aclarándote los términos.
Tal cual.
Después de cansarme repitiendo a todo el mundo lo mismo, he hecho caso a mi amiga @MissRakelU91, que por cierto ha escrito un poema precioso de San Valentín, he copiado el texto aclarando el error en la entrada del post y ahí, más o menos, se ha calmado un poco la Furia.
Y ahora vamos al tema.
Ustedes, salvo las personas mencionadas y algún otro comentarista, no me conocen un pimiento.
Ustedes no saben quién soy, cómo soy, qué pienso, a quién defiendo, con qué me indigno. Ustedes no saben más de lo que he contado en el anterior post porque ustedes hasta hace unas horas no conocían la existencia de este blog. Y sin embargo, por una frase malinterpretada, ustedes se creen con derecho a juzgarme.
Me han juzgado como persona, como mujer, como estudiante de Historia y de Máster y, lo que más me duele, como docente.
Por una frase.
Me he tomado la molestia de contestar -o intentarlo, puesto que no dejan de llegar- todos los comentarios. Todos, menos uno, con educación. Alguno con mi característica malafollá. Algunos comentaristas han respondido para aclarar, para acotar, para aceptar el malentendido. Puesto que por alguna razón WordPress no me deja responderles, desde aquí les doy las gracias. La mayoría, sin embargo, no lo han hecho.
Y no se tomen como revanchismo, sino simple aprendizaje -simple muestra de hasta qué punto asusta que más de diez mil personas que no te conocen de nada lean tus palabras- voy a hacer una recopilación de todo lo que se me ha dicho o de lo que se me ha acusado por una, repito, frase mal interpretada o por el resto del contenido del post. Pueden comprobarlo en los comentarios (que por cierto, son moderados por el spam, pero los apruebo todos).
– Medio idiota (Twitter).
– Se me acusa de «trazas de machismo inducido».
– Tonta (el autor se ha disculpado por la agresividad de su primer mensaje, lo que agradezco).
– Inocular esas creencias [confundir feminismo con hembrismo].
– Se me acusa de no conocer el concepto de feminismo habiendo impartido CSG (con la autora de este mensaje también ha quedado el malentendido aclaro, también se lo agradezco).
– Se me echa en cara cómo puedo decir que nunca he sido feminista siendo una licenciada con máster (?).
– Se me acusa de ser «el típico pagafantas» (¡!).
– De nuevo se pone en duda mis conocimientos para impartir CSG (pero la persona se toma la molestia de leer los comentarios y comentar inmediatamente para aclarar que ha entendido el malentendido, lo que le honra aún más).
– Se pone en duda si sé lo que es el feminismo y se me acusa de dar cancha a los que piensan que equivale no a igualdad sino a superioridad.
– Se me acusa de criminalizar a los hombres porque me hayan dicho cosas yendo por un barrio chungo (?).
– Se me acusa de adoctrinar por impartir una asignatura establecida por el currículo de la ESO.
Y el mejor comentario de todos, del que extracto la mejor parte (educadamente lo he mandado a freír monas, como pueden ustedes comprender). Las negritas son mías:
Las horribles experiencias que ustedes han tenido sobre ser servidos en el ultimo momento por sus abuelas, de ser miradas mal o sobadas en los transportes públicos o por haber experimentado algunos inconvenientes por causa de su condición de mujeres me hacen pensar que son unas lloricas, eternas victimas profesionales, incapaces de reconocer las muchas razones que tienen para ser felices estando agradecidas y continuamente ocupadas en magnificar cualquier carencia por pequeña que sea.
Todo esto con la perplejidad de gente que da la casualidad que sí me lee en Twitter y me conoce, como @Matiasea_, al que por cierto deberían leer si son aficionados del Granada, @Rokko69_RM, al que siempre es un gustazo leer en Varikyno, @ChiquiPalomares que además de ser una cuenta que hay que seguir por defecto al entrar a Twitter resulta que tiene un libro muchísimo más interesante que lo que estáis leyendo ahora y que deberíais ir a comprar YA (son 0,89 céntimos, tacaños).
Y por supuesto, de mi amiga @lady_valkyria, que es co-autora del que probablemente sea el mejor blog sobre la cantera del Real Madrid.
Sí, llevo todo el post intentando aprovechar el efecto menéame para publicitar a gente que me sigue en Twitter y ha hablado conmigo de este tema a lo largo del día de hoy, y así intentar sacar algún provecho de tanta acusación falsa y tanto insulto de señores y señoras que no me conocen de nada. Tanta puesta en duda sobre mi formación académica, sobre mi trato a los alumnos/as y sobre mi labor como profesional de la enseñanza.
También he sacado provecho de las experiencias interesantísimas que han compartido la mayoría de los que se han parado a leer los comentarios anteriores antes de prejuzgar, y comparto los enlaces que me han dejado Vicente (vídeo sobre una sociedad homosexual), Antonio (la conversación que deberías tener con tus hijos), Heli (sobre el concepto de femininazismo), y CristinaNeliel (todo su comentario es recomendable, pero además deja un anuncio sexista al que muchos no dan importancia). A todos ellos, gracias.
Porque al final de todo se aprende.
En el momento previo a publicar este post (20:48h) , la entrada de la discordia ya lleva más de 11.000 visitas, con unos 36 comentaristas, de las cuales unas 13 personas malinterpretaron mi frase pero sólo 3 contestaron conciliadoramente al ofrecer yo la explicación.
Y las conclusiones de este post las sacáis vosotros, que se os da mejor que a mí.
Ahora vais y lo meneáis.