La leyenda negra: martillo de herejes, espada de Roma

Hace relativamente poco, escuché -por segunda vez en mi vida- a un extranjero recién llegado a vivir a España asombrarse de la poca religiosidad del españolito de a pie. A esta persona le sorprendía profundamente que todos los domingos sus amigos y vecinos no se colocaran sus mejores galas para desfilar en masa hacia la iglesia más cercana. Al parecer, la imagen que tienen de nosotros allende fronteras y mares es la de todo un pueblo o un barrio metido puntualmente en la parroquia más cercana, como en un capítulo de Los Simpson. Como sabrá el lector nacido entre los límites territoriales de España, esta imagen, mayormente, no se corresponde con la realidad.

Tampoco hace falta estrujarse mucho la sesera para saber de dónde viene este mito del español capillita y adicto al confesionario. Las raíces católicas de España son obvias, y el impacto que han dejado en la cultura popular también. Desde manifestaciones de gran trascendencia turística como la Semana Santa, hasta el pertinente bautizo o comunión, que incluso familias que no han pisado un templo en años organizan, más que por afán religioso, por conveniencia social. Si a eso le añadimos el gran altavoz que siguen teniendo los obispos -sobre todo cuando dicen memeces que escandalizarían a su jefe el Pontifex-, algún giro conservador del gobierno democráticamente elegido, la relativa cercanía de cuarenta años de nacionalcatolicismo y nuestro pasado como martillo de herejes, luz de Trento y otras chorradas semejantes, tenemos el cuadro compuesto. España aparece a ojos del foráneo como la más católica de las naciones, donde hasta el niño se toma el Colacao disuelto en agua bendita.

Y en este mito tiene mucho que ver parte de la leyenda negra. La Inquisición, las expulsiones de musulmanes y hebreos, y la imagen eternamente siniestra del más católico de los reyes, Felipe II, nos han colocado el sambenito de ser un país dirigido desde los púlpitos desde más o menos los tiempos de Pelayo. Es innegable el poder que la Iglesia católica ha tenido -y sigue teniendo- en la política española, pero esa visión de la españa ultracatólica conviene matizarla. A ello me dispongo en el que será el último de esta serie de artículos.

El martillo de herejes español

En este mismo blog he tratado alguna vez el tema de la Inquisición, aunque si aquella vez me centré en la figura desdibujada del primer Inquisidor General, fray Tomás de Torquemada, hoy hablaré de la relación del Santo Oficio con la leyenda negra y de cómo este fenómeno se encuadra dentro de su tiempo.

A menudo, intentando defender una visión más acorde con la realidad de la religiosidad en España, se me ha presentado la Inquisición española como el argumento definitivo que barre todos los demás. Aparentemente el común de los mortales ignora que la inquisición no fue un fenómeno estrictamente español, y que la intolerancia religiosa, en general, ha sido una constante en Europa hasta tiempos muy modernos. Lo que diferencia a la Inquisición patria es su asombrosa longevidad -no fue abolida definitivamente hasta el siglo XIX-, y el hecho de que, al estar tan absolutamente burocatrizada, se pueda documentar de forma exhaustiva la gran mayoría de sus procesos.

Lo primero que conviene matizar es que la inquisición no fue un proceso homogéneo: desde que los Reyes Católicos tuvieron la ocurrencia de instaurarla a finales del siglo XV hasta que, durante el Trienio Liberal se abolió de forma definitiva -las Cortes de Cádiz la habían eliminado previamente en 1813, pero el rey Deseado la devolvió de nuevo a la palestra tras su triunfal vuelta al ruedo ibérico, más a modo de pataleta que otra cosa- pasan varios siglos en los que cambian los inquisidores, cambian los reos y cambian incluso los delitos.

En el primer siglo, el recién creado tribunal persiguió principalmente al converso judaizante. El motivo principal no era otro que esquilmar las fortunas de ciertas familias antiguamente judías. Fueron tiempos prósperos para la Inquisición, que se autofinanciaba, y también para Fernando el Católico, que llenó sus arcas gracias a su celosa defensa de la fe. Pero muerta la gallina de los huevos de oro -es decir, procesados los principales judaizantes, que cuanto más ricos, mejor- los ingresos del Santo Oficio mermaron. Con Carlos V llegaron los primeros recortes al funcionariado inquisitorial, que había dejado de resultar rentable. La Inquisición se centraría a partir de ese momento en otras presas: musulmanes, protestantes, brujos y brujas, alumbrados, sodomitas y hasta buenos católicos de intachable conducta que tuvieron la mala suerte de provocar la envidia del vecino.

Cuando se piensa en Inquisición dos imágenes acuden rápidamente a la mente: celdas de tortura con instrumentos de lo más variopinto y la mítica estampa del quemado vivo en la pira. Ambas deben de ser igualmente matizadas: Primero, la tortura judicial no era exclusiva de la Inquisición, sino que fue un procedimiento habitual hasta el siglo XVIII en toda Europa. De hecho, la Inquisición -quizá porque no tenían sus propios verdugos, teniendo que externalizar el servicio- intentó recurrir a la tortura de forma excepcional, con menos alegría que los tribunales civiles. Según Eslava Galán, en el primer siglo la Inquisición torturó a un 30% de los reos, en el siglo XVII la cifra descendió a 10%, y en el XVIII prácticamente desapareció. En cuanto a los métodos de tortura, eran principalmente dos: el célebre potro y la menos conocida tortura del agua.

Te abrían el gaznate y te vertían jarra tras jarra de agua hasta que cantabas todos tus pecados o criabas ranas.
Te abrían el gaznate y te vertían jarra tras jarra de agua hasta que cantabas todos tus pecados o criabas ranas.

De la misma forma, no todos los procesados por los tribunales acabaron ardiendo vivos en la hoguera. Jaime Contreras y Gustav Henningsen calcularon que entre 1540 y 1700 se persiguió a unas 49.000 personas. Extrapolando, J. Pérez calcula en total unos 125.000 procesos. En un 3’5% de los casos se aplicaría la pena de muerte, pero sólo en un 1’8% se los ejecutaría de forma efectiva -a veces se condenaba a personas que estaban desaparecidas o incluso habían fallecido ya, procediéndose a la quema de sus efigies en madera o los huesos del infortunado-. De ese 1,8% que fueron relajados al brazo secular habría que matizar que gran parte se arrepintieron en el momento de la ejecución, lo que les permitía la muy cristianísima merced de ser agarrotados antes de que los quemaran.

Por tanto los números de la Inquisición, como he mencionado alguna vez, son menores que los de las matanzas que en nombre de la religión asolaron toda Europa. Lo singular estriba en su institucionalización, su burocracia y el clima de terror que consiguió crear. Las típicas historias de la Guerra Civil donde medio pueblo denunciaba al otro medio tras la entrada de los rojos o los nacionales tuvieron su penoso antecedente en la Inquisición española. La Inquisición espoleaba el cainismo, favorecía las denuncias por miedo o simple envidia. Un ejemplo perfecto es el proceso contra fray Luis de León -«por mentira y por envidia, me tuvieron encerrado…»-. Pero, aunque cueste creerlo, hubo inquisidores honestos que procuraban tumbar las acusaciones sin fundamento -el propio fray Luis acabó siendo absuelto-. Como ejemplo, en una época donde la fiebre antibrujería hizo estragos en Europa, se mostraron particularmente escépticos con los supuestos brujos o brujas, a los que consideraron como los histéricos sugestionados que realmente eran.

La Inquisición fue languideciendo hasta que al final, como dijo Larra, “murió de vieja”. Su última víctima data de 1781.

Protestantes y mártires

Nuestro viejo amigo Guillermo de Orange en su Apología criticaba duramente la Inquisición. Esto nos puede hacer pensar, por tanto, que Europa reaccionó de forma contundente a lo que en ese tiempo ya debía parecer un tribunal horrendo. Nada más lejos de la realidad.

De 1480 a 1580, millares de judíos fueron perseguidos, deshonrados, arruinados en España; centenares de ellos perecieron en la hoguera, pero aquella persecución dejó a la Europa cristiana indiferente; esta no sólo no se sintió escandalizada, sino que además solió felicitar a los reyes de España por haber expulsado a quienes querían seguir siendo judíos y haber adoptado sanciones contra quienes habían fingido convertirse. Las mayores inteligencias de la época -comenzando por Erasmo, el príncipe de los humanistas- compartían esa opinión; también los protestantes: pensemos en Lutero.

– Joseph Pérez, La leyenda negra.

Si hacemos memoria, además, recordaremos que Guillermo de Orange acusaba a los españoles de ser una extraña mezcla entre cristianos, moros y judíos. ¿Cómo podía Guillermo quejarse de la actividad inquisitorial? Fácil. Al adalid del protestantismo flamenco le importaba bastante poco la suerte de los judaizantes. Pero no pensaba igual de los procesos contra los protestantes.

De este mártir tampoco se hablaba mucho. Es Miguel Servet, que escapó de la inquisición católica para ser quemado por los calvinistas en Ginebra. Lo que se dice salir de Málaga para caer en Malagón.
De este mártir tampoco se hablaba mucho. Es Miguel Servet, que escapó de la inquisición católica para ser quemado por los calvinistas en Ginebra. Lo que se dice salir de Málaga para caer en Malagón.

En la misma línea está el célebre Libro de los mártires de John Foxe. Este libro dedica un capítulo a la Inquisición española, pero no dice una sola palabra sobre los conversos, aunque no se priva de repetir la leyenda de un don Carlos afín a los luteranos. Sin embargo, lo más curioso es que demuestra estar mal informado acerca de la represión de los protestantes españoles, ya que ignora el auto de fe de Valladolid de 1559. Resulta cuanto menos extraño que Foxe perdiera la oportunidad de alzar la voz por sus correligionarios españoles, aunque no se muestra tan remiso al mencionar a los ingleses condenados en España.

Estas acusaciones, además de la publicidad que ella misma se daba, hicieron pasar a la posteridad una imagen -acertada- de la Inquisición como instrumento de intolerancia, aunque exagerando sus cifras y su importancia, y sobre todo obviando cuál fue la verdadera reacción de la Europa contemporánea. Una leyenda negra que fue tristemente contestada con la apología desarrollada por autores como el gran erudito Marcelino Menéndez Pelayo, ya a caballo entre el siglo XIX y el XX. Pese a la aparición posterior de tratados serios como los de Henry Kamen, Ricardo García-Cárcel o Joseph Pérez, quien quiera hallar el punto intermedio entre la leyenda negra y la blanca, se encontrará en la situación que brillantemente describe Juan Eslava Galán en su Historias de la Inquisición:

El sufrido observador, sorprendido en medio del fuego cruzado de detractores y apologistas, no sabe a qué carta quedarse. Desorientado en medio de la persistente polvareda se pregunta si tanta pasión y tanta parcialidad por un tema que debería haber quedado zanjado hace más de un siglo no será síntoma preocupante de que el espíritu inquisitorial ha sobrevivido enquistado, pero vivito y coleando, en algún cromosoma del carácter español.

La Luz de Trento

Hasta tiempos muy recientes, España no había sido ni más ni menos religiosa que la mayoría de países europeos. La expulsión de los judíos obedeció a motivos más políticos y financieros que religiosos. Con la Inquisición, como ya hemos visto, ocurrió otro tanto. En 1604, el Tratado de Londres entre Inglaterra y España incluía una cláusula para respetar a los luteranos ingleses; a partir de ese momento, la Inquisición se mostró de lo más benévola con los anglicanos a su alcance, por muy herejes que fueran. Una vez más, la defensa de la fe se plegaba a intereses de orden más mundano.

Comenta García de Cortázar es su magnífico Los mitos de la Historia de España que en verdad fueron escasos los momentos en los que el diálogo entre Roma y la monarquía hispana no estuvo sometido a fuertes tensiones”. Si ahondamos más allá de la imagen que nuestros antiguos reyes querían proyectar, encontramos que incluso los más cristianísimos mantuvieron sus más y sus menos con el poder celestial representado por el Papa.

La presencia de los Austrias en Italia no podía resultar agradable a los sucesores de San Pedro, por muchas misas a las que asistieran. Ya hablamos del Saco de Roma. El pontífice Paulo IV estuvo enfrentado a Felipe II, al que denominaba “esta bestezuela engendrada por ese padre diabólico”. Curiosa descripción para alguien a quien hoy conocemos por el sobrenombre de Rey Católico. El asunto del arzobispo de Toledo, Carranza -enjuiciado por el inquisidor Valdés en otra trama plagada de envidia e inquina- enfrentó a las inquisiciones española y romana. Cambiada ya la dinastía, los Borbones hicieron hincapié en intentar limitar los poderes de la Iglesia. Incluso Francisco Franco, el centinela de Occidente, el campeón del nacionalcatolicismo, tuvo que ver en sus últimos años de dictadura cómo el Concilio Vaticano II le dejaba en una posición más que comprometida.

España, por tanto, ha estado lejos de representar esa luz de Trento, esa espada de Roma que proclamaba demasiado alegremente Menéndez Pelayo. España, tradicional e históricamente, ha sido y es un país de profundas raíces católicas pero cuya política no ha sido de ningún modo homogénea en cuanto a su simpatía hacia Roma. La historia del anticlericarismo español también es rica y variada, por más que cuarenta años de dictadura hayan sembrado la enfermedad de la memoria selectiva. Así nos lo recuerda la magnífica prosa de García de Cortázar:

No hay una España única, quieta, inmóvil. España ha sido a un tiempo oración y tumulto, incienso y grito, sotana y trágala, milagro andariego y bomba anarquista… La explosión anticlerical de los s. XIX y XX, las cargas populares contra templos, reliquias y frailes, el fusilamiento del Sagrado Corazón durante la guerra civil, fuera montaje o no, trajeron a la superficie el río de lava que venía creciendo desde la prosa jocosa del Arcipreste de Hita o la frase picaresca del Lazarillo de Tormes.

Conclusión

Me han preguntado ya varias personas, tanto en persona como a través de una pantalla, por qué los mitos sobre la Historia de España se siguen perpetuando a través del tiempo. Por qué lo que se acepta en las facultades de Historia de todo el país no llega a verse reflejado en los libros de texto de los chavales de Secundaria.

Permítanme ilustrar la respuesta con otro ejemplo.

Hace ya tiempo escribí una entrada sobre la supuesta tolerancia religiosa imperante en Al-Ándalus. Tal entrada no pretendía denostar la cultura andalusí -los que me conocen saben lo orgullosa que estoy de mi Alhambra-; de hecho, comenzaba alabándola. Puntualizaba también que Al-Ándalus no fue un ente homogéneo, y que no fue igual la actitud del Califato de Córdoba hacia los dimmies que la de las sucesivas oleadas almorávides y almohades. No mencionaba bibliografía explícitamente -nunca lo hago, y tampoco ninguno de los blogs de Historia que leo-, pero sí citaba dos obras. Y cualquiera de los datos que exponían se podían comprobar mediante un método aparentemente harto difícil: abrir un libro.

En su día la entrada la leyeron los cuatro de siempre. A principios de la semana pasada, hallándome yo fuera de casa, percibí que un alarmante número de gente había empezado a compartirla por Twitter… Mosqueada, entré en el panel de administración del blog para comprobar los enlaces entrantes. Efectivamente: Menéame.

Invito al que tenga curiosidad a que entre y lea los comentarios, ya que en esa discusión está resumido el por qué de que los mitos históricos jamás acaben de desmontarse. Resumo: alguien bienintencionadamente comparte un artículo que encuentra interesante, y la mayoría de la gente opina sobre él sin haber pasado del título. Es sintomático que el comentario más votado sea el del que confiesa no haber leído el post entero, pero me achaca no incluir referencias -las había, pero no llegó-, aunque mi preferido es el que dice no saber mucho de Historia y, aún así, discrepar conmigo. También están los que puntualizan cosas que de hecho se mencionaban en el artículo y, por supuesto, los dos o tres que alertan del hecho de que las referencias pueden encontrarse en la Wikipedia –“en inglés por si no os fiáis”, añade muy acertadamente uno- o en cualquier manual dedicado al tema. Huelga decir que aún no ha pasado por ese post nadie refutando mis argumentaciones con un texto en la mano -podrían hacerlo, pues estoy segura de que puedo haberme equivocado en algún dato, fecha o interpretación-, y sólo una persona se dejó caer para pedirme las famosas referencias -que con muchísimo gusto le di-.

Tenemos una concepción acerca de nuestra Historia, y nos resulta incómodo que nos saquen de ella. Quizá porque durante el franquismo se produjo una exaltación exagerada de los héroes y gestas del pasado, al español de hoy en día le resultan incómodos ciertos acontecimientos. Nos gusta pensar que somos herederos de los cultos y refinados andalusíes, pero desdeñamos a los brutales conquistadores castellanos y aragoneses con los que, muy probablemente, estemos más emparentados. Desdeñamos a los Reyes Católicos, a Felipe II o las barbaridades de las encomiendas en América en un objetivo tan cándido como inútil de diferenciarnos. Sólo hay que escuchar a cualquier persona, ante la menor injusticia, hablar de España en general o la Marca España como si ellos mismos no formaran parte de ella. Como si entre todos no conformáramos este país -Estado, si lo prefieren- con sus aciertos y sus errores, sus vilezas y sus éxitos.

La actitud del español ante su Historia es sólo un apartado más de la actitud del español ante la vida.

Si con esta serie de artículos he conseguido que alguien aprenda algo, me sentiré feliz. Si he conseguido que alguien abra un libro y busque un dato, aunque sea para refutarme, me sentiré, más que feliz, orgullosa. Pues la Historia nunca puede ser totalmente objetiva, pero la mayor objetividad parte del debate histórico. Lean, busquen, comparen y aprendan. Construyan su propia Historia y su propia verdad. Y no se crean a pies juntillas nada de lo que les cuenten, ni siquiera si lo hago yo.

Bibliografía

Rompiendo la tradición y por lo que pueda pasar, no sólo incluyo bibliografía, sino que es comentada. Estamos de rebajas, señores.

Manuales básicos

  • DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. Historia de España 3, “El Antiguo Régimen, los Reyes Católicos y los Austrias”. Alianza.
  • DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio. Historia Universal. Edad Moderna. Vicens Vives.
  • FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel. Historia de España 8, «Los Austrias Mayores y la culminación del Imperio (1516–1598). Gredos.
  • FLORISTÁN, Alfredo (coord). Historia de España en la Edad Moderna. Ariel.

Básicamente los manuales que tengo por casa, para consultar fechas y contexto histórico.  Dos son parte de las legendarias Historias de España de Gredos y Alianza; me gusta más el segundo, pues la prosa de Domínguez Ortiz da gusto leerla. Se encuentran fácilmente a duro el kilo en cualquier feria del libro antiguo. El de Vicens Vives es más general y forma parte de una colección algo más enfocada al estudiante. La edición del Floristán es algo más moderna, los datos más actualizados, y el libro muchísimo más grueso, completo, y también caro.

Bibliografía específica

  • BRAUDEL, Fernand. Carlos V y Felipe II. Alianza. Uno de esos libros que hay que tener si tiene usted un poco de interés en estos dos monarcas. Es un librito de bolsillo que se lee fácilmente, y aunque algunas de sus consideraciones han quedado desactualizadas, sigue siendo magnífico para obtener una visión general.
  • ESLAVA GALÁN, Juan. Historias de la Inquisición. Planeta. Eslava Galán es un autor al que deberían conocer si les gusta mínimamente la Historia. Cuenta con un sinfín de libros (amén de novelas) en los que convierte el ensayo histórico en algo digerible por el neófito en la materia, con una prosa salpicada de ironía y humor inteligente. Este libro es ideal para un primer acercamiento a la Inquisición, riguroso pero ameno por la cantidad de casos particulares, algunos muy curiosos, que el autor nos trae directamente de los archivos inquisitoriales.
  • GARCÍA DE CORTÁZAR, Fernando. Los mitos de la Historia de España. Planeta. Una auténtica maravilla, aunque el título puede dar lugar a equívoco. El autor hace un repaso de algunos de los mitos de nuestro pasado, sí, pero hay mucho más. La redacción, como ya habrán comprobado en las citas que he diseminado en estos artículos, es magnífica.
  • KAMEN, Henry. La inquisición española. Crítica. Poco que decir de la que quizá sea la obra fundamental sobre el Santo Oficio patrio. Rigor, datos, y quizá un tanto pesada para el que no esté acostumbrado a leer ensayo histórico.
  • MORENO FELIU, Paz. Encrucijadas antropológicas. Editorial Ramón Areces. Usado como manual en la carrera de Antropología, un libro interesante para quien quiera iniciarse en el estudio de esta materia y replantearse ciertos conceptos que se dan por supuestos en Historia.
  • PÉREZ, Joseph. Historia de una tragedia. Planeta. Un libro muy corto pero tremendamente aprovechable, que realiza un repaso de las circunstancias que llevaron al pueblo judío a la expulsión, empezando por una esclarecedora introducción sobre su situación en el territorio de Al-Ándalus.
  • PÉREZ, Joseph. La leyenda negra. Gadir. A estas alturas se habrán dado ustedes cuenta de que tito Joseph es uno de mis historiadores preferidos, si no el que más, y este libro la obra de cabecera de consulta para esta serie de posts. No es un libro demasiado amplio, pero abarca muchísimos temas. Recomiendo muchísimo su lectura, pues además, como ciudadano francés que es, el autor realiza algunos paralelismos ente la Francia que conoce bien y la España que conoce mejor, que les resultarán interesantes y esclarecedores.
  • SÁNCHEZ GALERA, Juan y José María. Vamos a contar mentiras. Edaf. Reconozco que este libro cayó por casualidad en mis manos y me despierta sentimientos encontrados. Forma parte de una nueva colección que recientemente la editorial Edaf ha sacado sobre temas históricos, con ediciones muy cuidadas, con muchas ilustraciones a color y desplegables: perfectas para atraer al gran público a la Historia, en definitiva. El problema de este libro es que, aunque no cuente exactamente mentiras, tampoco cuenta toda la verdad. Pretende, según reza el subtítulo, hacer un repaso por nuestros complejos históricos, y aunque se basa en verdades, su interpretación roza la apología, amén de un par de comentarios que no parecen tener mucho lugar en una obra que pretenda ser seria. Aun así, he encontrado un par de datos interesantes en ella (que, naturalmente, he comprobado). Recomiendo el libro si quieren un resumen ameno, saben discernir el grano de la paja y son conscientes, desde el principio, que ninguno de los autores (según la biografía de la contraportada) ha realizado estudios en Historia.

Índice de artículos

Orígenes e introducción

Flandes y la Apología de Guillermo de Orange

América y la Brevísima

El demonio del sur

3 comentarios en “La leyenda negra: martillo de herejes, espada de Roma

  1. Saludos desde Venezuela, muy interesantes sus investigaciones y opiniones respecto a la historia de España. Ciertamente la percepción que tienen los españoles de su historia es extraordinariamente distinta a la que nosotros tenemos de aquel país en nuestras naciones Latinoamericanas.
    Aunque muchos no lo reconozcan en España y otros lo omiten en América, es muy notable que en estas regiones lo Español está profundamente arraigado tanto en lo cultural, la gastronomía, lo religioso y aunque nuestras naciones son jóvenes; mucho de lo que hemos heredado está profundamente influenciado por la historia Española.
    La experiencia militar de España en sus conflictos ocurridos antes de 1492 ayudo mucho en la empresa conquistadora y colonizadora de las Tierras Americanas, la religiosidad se vivía en España y que usted manifiesta en su artículo como que ya es cosa de antaño, está aún muy vigente en zonas rurales de países como Colombia, Venezuela, Perú y México. Esa intolerancia del Catolicismo se observa hoy día ante el crecimiento de fieles Protestantes llamados aquí «Evangélicos» y la Iglesia Catolica influye mucho en la política “situación también heredada de la política practicada por los colonizadores Españoles”
    Los ritmos y melodías musicales son una fusión perfecta entre la música española «Flamenco y demás», ritmos africanos y aborígenes.
    Mención aparte que tras la Guerra Civil Española la llegada de miles de inmigrantes Españoles reimpulso aquellos vínculos históricos «Por lo menos en Venezuela», donde se está muy enterado de lo que sucede en España debido al interés de aquellos inmigrantes y sus hijos en no romper aquellos vínculos con el viejo continente.
    En lo político es trascendental la intervención del gobierno Español en los asuntos internos de nuestro país aun en el año 2015 «Bien sea porque existen intereses económicos de por medio o vestigios de coloniaje».
    Mas sin embargo La historia escrita por la conquista y colonización Española en estas regiones es de lo más triste que ha podido ocurrir en la historia de la humanidad, muy agresiva y despiadada; mi abuela me narra historias que a su vez le contaba su abuela «historias verbales que prosiguen de generación en generación» sobre las torturas a la que eran sometidos aquellos hombres secuestrados de África y que los vendían como esclavos en estas tierras, las Violaciones de las Aborígenes consumadas por aquellos hombres que fueron recibidos en estas tierras como dioses, la aniquilación de la Tribu Teques en la región donde he nacido, donde se narra la historia del Cacique Guaicaipuro «jefe indígena» que prefirió incendiar su choza con su hija dentro para evitar que fuese violada simultáneamente por los Españoles «Muy Católicos», como también el trato a los Africanos y a sus descendientes que gracias a la intolerancia religiosa del Cristianismo los asesinaban a latigazos para que renunciaran a sus dioses africanos y abrazaran la fe Católica.
    Esto está documentado en nuestros libros e incluso por cronistas Españoles como Juan Bartolome de Las Casas, sin embargo en nuestros países las viejitas son las que nos recuerdan aquel legado del terror. Al fin y al cabo no terminamos siendo una suerte de «Moros, Judíos y Católicos» sino somos una mezcla de «Españoles, Negros e Indígenas».
    Y por más cruel que fue la conquista, no negamos nuestras raíces de las que estamos muy orgullosos, y ciertamente de España pudimos heredar el Idioma Castellano «que también llamamos Español, el idioma más bello y perfecto que Dios pudo otorgar a la humanidad», la Creencia en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, muchas semillas que los Españoles trajeron de los confines del planeta para dar mayor diversidad a la ya muy rica capacidad de producir alimentos en esta región, técnicas de agricultura, ganadería, conocimientos de ciencias militares, etc.
    Se ganó mucho, se perdió mucho y se sufrió mucho. Sin embargo el botín de España bien sabido es que se lo quedaron los banqueros, Judíos y naciones germánicas y anglosajonas; España sembró para que cosecharan otros Europeos y las pocas colonias que les quedaron fueron arrebatadas por Estados Unidos, perdiendo asi España la posición geopolítica privilegiada en el Mar Caribe y a su vez rutas y privilegios comerciales.
    En muchos países como Argentina, Uruguay, Paraguay la genética de la población está constituida por raza Blanca en un 60%, de estos son descendientes en un 70% de Españoles. En otros países como Venezuela hasta un 68% de sus habitantes pueden rastrear en su ADN sus vínculos con los españoles “así sean bien negritos aquellos Venezolanos” Ellos Según estudios Científicos del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, aunque por allá se les llame «SUDAKAS».
    He tratado de ser lo más justo y sincero posible en mi breve exposición, espero no haber ofendido con mi sinceridad a quien pueda leer estas líneas.
    Yo por mi parte no soy un profesional de la Historia, mi profesión es Ingeniero Informático, pero apasionado con la Historia, soy un autodidacta en esta área.
    Primera vez que entro en PROFEAVENTURAS y me ha gustado muchísimo, es usted muy buena investigadora y me gustaría mucho que en lo futuro pudiese usted publicar algo sobre la Influencia Española en el Nuevo Mundo. Quizás hasta pudiese participar con alguna obra en algún concurso auspiciados por la Academia de Historia de Venezuela.

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    • Muchísimas gracias por su comentario. No puedo más que coincidir plenamente con la mayoría de sus afirmaciones, que desgraciadamente por estas tierras suscitarían polémicas por apartarse del discurso oficial de buenos y malos.

      Nadie va a negar la crueldad de la Conquista, siempre visto desde nuestro tiempo y con nuestro sistema de valores (sobre Bartolomé de las Casas y compañía tengo otra entrada publicada por ahí). Siempre intento que mis alumnos conozcan las culturas que prácticamente se destruyeron con la llegada de los españoles y se pongan en el lugar de esas gentes. Pero lo que es cierto es que América Latina no sería lo que es sin España, como España no sería igual si no hubiera participado en aquel hecho tan decisivo; no sabríamos si estaríamos mejor o peor, pero está claro que no seríamos los mismos -como bien señala, muchos latinoamericanos actuales son descendientes de españoles-.

      Haciendo un paralelismo, yo vivo en una ciudad -Granada- que fue conquistada por los mismos Reyes Católicos, que expulsaron a los que aquí vivían e impusieron su religión, su lengua y su cultura. Y podría quejarme… pero resulta que, como la mayoría, yo desciendo de esos conquistadores, y su historia y su cultura es en gran parte la mía.

      Al final la Historia no está para juzgar, como hacen algunos, sino para comprender de dónde venimos y aprender a no cometer los mismos errores en un futuro.

      Y de nuevo muchas gracias por el comentario y los halagos, aunque la verdad es que sólo me limito a leer mucho y aprender de los que realmente investigan 😉 Un cordial saludo.

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  2. Hola,

    Muchísimas gracias por el artículo histórico.

    He aprendido bastante de él y creo que refleja lo que somos.

    Le quiero expresar mi ánimo a que siga escribiendo a pesar de que la mayoría no sepa apreciarlo.

    Por último quería comentarle dos citas que creo que muestran su artículo

    1ª No hay mayor enemigo del español y de lo español que el español mismo (Julian Zugazagoitia).

    2ª España es un trozo de África incrustado en la inventiva Europa (Jose Luis Borges).

    Creo que esto último esta en acorde con que al que sabe no se le respeta.

    Salud y mucho ánimo.

    El pato del señor Roper

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