Defensa de la educación pública (por parte de una alumna de concertada).

Me lo dijeron antes del verano, y por aquél entonces ya circulaban en claustros y salas de profesores rumores sobre lo que pensaba hacer nuestro flamante Ministro de Educación. A punto de acabar 2012 -probablemente el año más nefasto para las familias españolas desde que tengo uso de razón- no creo que haya nadie que dude de cuál es el verdadero propósito del tijeretazo y la reforma educativa. El objetivo, evidentemente, es dinamitar la educación pública.

Esto es algo totalmente coherente con los principios ideológicos del partido gobernante, por supuesto. También es coherente con el modus operandi de los intereses a los que sirven. Podemos englobarlo en el auge de la subcontrata. ¿Para qué gestionar algo directamente cuando podemos pagar a una empresa para que lo haga? La respuesta es obvia: para que algún intermediario pueda poner la mano y llenarse los bolsillos con el dinero de todos. Intermediarios que no son anónimos sino elegidos a dedo por el señor que maneja el cotarro. Ofreciendo, por supuesto, un peor servicio que el que se ofrecería si lo gestionara directamente el Estado. La estrategia, hay que reconocerlo, es brillante.

Contemplo con preocupación cada borrador de la infame LOMCE, como casi todo el mundo, y me horroriza cada ataque a la educación pública, como a todos. La diferencia es que yo lo hago, y puede parecer curioso, como alumna, desde EGB hasta bachillerato, de enseñanza concertada. Puede parecer hipócrita, pero os aseguro que no lo es. Y es que como alumna de la concertada, y más tarde profesora en la pública, he llegado a contrastar ambos mundos y a entender muy bien cuáles son los problemas que puede acarrear esa enseñanza privada pero subvencionada por el Estado.

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